Wednesday, May 10, 2006

comprar (no?) es crear [II]

- Es la historia de un astronauta que se llamaba Buck. Una tarde, Buck el Astronauta tuvo un problema con su nave espacial y se vio obligado a aterrizar en Texlahoma, precisamente en el jardín de la familia Monroe, que vivía a las afueras. El problema de la astronave de Buck era que no estaba programada para la gravedad de Texlahoma. ¡En la Tierra incluso se habían olvidado de hablarle de la existencia de Texlahoma!

“Siempre pasa lo mismo – dijo la señora Monroe, cuando acompañaba a Buck desde la nave espacial y atravesaba el jardín en dirección a la casa, pasando junto a la mecedora - . En Cabo Cañaveral siempre se olvidan de que estamos aquí.”

“Dada la hora del día, la señora Monroe le ofreció a Buck una comida muy nutritiva y caliente a base de albóndigas con crema de setas y maíz dulce de lata. Estaba contenta de tener compañía: sus tres hijas estaban trabajando y su marido estaba fuera, con la trilladora.

“Después de la comida invitó a Buck a pasar al cuarto de estar para ver juntos los concursos de la tele. - Normalmente estoy en el garaje haciendo el inventario de los cosméticos de áloe que represento, pero precisamente ahora los negocios no van bien.

“Buck asintió con la cabeza, indicando que lo comprendía.

“- ¿Nunca se te ha ocurrido ser representante de cosméticos de áloe cuando te jubiles de ser astronauta, Buck?”

“- No, señora – dijo Buck -. Nunca se me ha ocurrido

“- Piensa en ello. Lo único que tienes que hacer es organizar un equipo de representantes que trabajen bien a tus órdenes, y pronto te darás cuenta de que no tienes que trabajar en absoluto; bastará con que te quedes sentado a cobrar las comisiones.

“- Bueno, ya veremos – dijo Buck, que también felicitó a la señora Monroe por su colección de cajas de cerillas de recuerdo metidas dentro de una botella de coñac de tamaño gigante, colocada encima de la mesa del cuarto de estar.

“Pero de repente algo empezó a ir mal. Delante mismo de los ojos de la señora Monroe, Buck empezó a ponerse verde pálido, y la cabeza se le empezó a poner cuadrada y se le fue llenando de venas, como la de Frankenstein. Buck corrió a mirarse en un espejito de la jaula del papagayo, el único disponible, e inmediatamente se dio cuenta de lo que había pasado: padecía un envenenamiento espacial. Pronto se convertiría en un monstruo, y poco después entraría en un sueño casi permanente.

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