comprar (no?) es crear [VIII]
“Al día siguiente, a mediodía, cuando Buck despertó, Serena le ayudó a levantarse de la cama, a cruzar el sótano y a subir la escalera. Las pisadas de él hicieron caer los retratos enmarcados de la familia, tomados hacía muchísimos años. – No te detengas – dijo Buck -. Continúa, que pasa el tiempo. –
“Era una tarde fría y gris. Serena salió de la casa y llevó a Buck sobre el césped amarillento del otoño y lo metió en su nave espacial. Una vez dentro se sentaron, cerraron las puertas y Buck utilizó sus últimas energías para poner en marcha los motores y besar a Serena. De acuerdo con sus palabras, las ondas amorosas del corazón de la chica pusieron en marcha los motores, y la nave despegó, subiendo hacia el cielo y alejándose del campo gravitatorio de Texlahoma. Y antes de que Serena perdiera el sentido y muriera debido a la falta de oxígeno, lo último que llegó a ver fue la cara de Buck desprendiéndose de la piel verde claro de Frankenstein, como la de un lagarto, y cayendo encima del salpicadero, lo que dejó a la vista al gallardo y sonrosado joven astronauta, y fuera distinguió el resplandeciente mármol azul claro de la Tierra destacándose sobre el cielo negro al que las estrellas habían salpicado como gotas de leche.
“Entretanto, abajo, en Texlahoma, Arleen y Darleen volvieron a casa después de haber sido despedidas de sus respectivos trabajos, justo a tiempo de ver al cohete y a su hermana perderse en la estratosfera, trazando una larga línea blanca en forma de colon que se iba desvaneciendo. Se sentaron en la mecedora, incapaces de entrar en casa, pensando y mirando el punto donde la estela del reactor se convertía en nada, escuchando el chirrido de las cadenas y el viento de la pradera.
“– Date cuenta – dijo Arleen – de que todos ese asunto de que Buck iba a ser capaz de devolvernos la vida era un engaño. –
“- Bueno, ya lo sabía – dijo Darleen -. Pero eso no impide que me sienta celosa. –
“- No, ¿verdad? –
“Y las dos hermanas siguieron sentadas juntas en la noche, silueteadas por el reflejo de la luminosa Tierra, mientras competían por ver quién podía balancear la mecedora más alto.
“Era una tarde fría y gris. Serena salió de la casa y llevó a Buck sobre el césped amarillento del otoño y lo metió en su nave espacial. Una vez dentro se sentaron, cerraron las puertas y Buck utilizó sus últimas energías para poner en marcha los motores y besar a Serena. De acuerdo con sus palabras, las ondas amorosas del corazón de la chica pusieron en marcha los motores, y la nave despegó, subiendo hacia el cielo y alejándose del campo gravitatorio de Texlahoma. Y antes de que Serena perdiera el sentido y muriera debido a la falta de oxígeno, lo último que llegó a ver fue la cara de Buck desprendiéndose de la piel verde claro de Frankenstein, como la de un lagarto, y cayendo encima del salpicadero, lo que dejó a la vista al gallardo y sonrosado joven astronauta, y fuera distinguió el resplandeciente mármol azul claro de la Tierra destacándose sobre el cielo negro al que las estrellas habían salpicado como gotas de leche.
“Entretanto, abajo, en Texlahoma, Arleen y Darleen volvieron a casa después de haber sido despedidas de sus respectivos trabajos, justo a tiempo de ver al cohete y a su hermana perderse en la estratosfera, trazando una larga línea blanca en forma de colon que se iba desvaneciendo. Se sentaron en la mecedora, incapaces de entrar en casa, pensando y mirando el punto donde la estela del reactor se convertía en nada, escuchando el chirrido de las cadenas y el viento de la pradera.
“– Date cuenta – dijo Arleen – de que todos ese asunto de que Buck iba a ser capaz de devolvernos la vida era un engaño. –
“- Bueno, ya lo sabía – dijo Darleen -. Pero eso no impide que me sienta celosa. –
“- No, ¿verdad? –
“Y las dos hermanas siguieron sentadas juntas en la noche, silueteadas por el reflejo de la luminosa Tierra, mientras competían por ver quién podía balancear la mecedora más alto.